Beatriz Trujillo no tenía planeado que su destino estuviese ligado a la docencia. Su trayectoria académica comenzó con estudios de Filosofía en la Universidad del Valle, complementando con cursos de psicología, pues su intención original era convertirse en filósofa para luego ser psicóloga. Sin embargo, el camino la llevó a Bogotá, donde continuó su formación en la Pontificia Universidad Javeriana. Allí, el amor la llamó de regreso a Cali, donde terminó estableciendo su vida profesional y familiar. De vuelta a su ciudad natal, encontró una oportunidad en la educación que cambiaría su rumbo para siempre.

Su primera experiencia en el aula fue casi algo accidental. Gloria Domínguez de Leroy, rectora por aquel entonces del Liceo Benalcázar, la invitó a dar clases mientras aún era estudiante universitaria. Sin pensarlo, se enamoró de la docencia, algo que la llevaría a transitar por diversas instituciones de Cali. Inició en el Colegio de la Presentación, donde impartió filosofía y literatura, incluso enseñando el clásico manual de urbanidad de Carreño, un reto que asumió con disciplina. Luego pasó por el Colegio La Colina y el Liceo Tacurí, y también dejó su huella en la Universidad Javeriana, donde enseñó por cinco años. Su experiencia no se limitó a la enseñanza escolar y universitaria; trabajó en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, liderando programas de formación para madres comunitarias y supervisando hogares de bienestar en todo el Valle del Cauca. Este trabajo, aunque enriquecedor, implicaba viajes constantes, lo que eventualmente la llevó a regresar a la educación formal.

El Colegio Bolívar se convirtió en su hogar profesional durante los últimos 22 años. Llegó inicialmente para enseñar geografía económica, un desafío algo inesperado que inició con curiosidad, aprendiendo sobre la marcha y preparando cada clase con dedicación. Al año siguiente obtuvo su plaza como docente de filosofía, donde encontró su verdadera vocación. A lo largo de su carrera, ha combinado su formación en filosofía, psicología y coaching ontológico para guiar y acompañar tanto a sus estudiantes como a las familias. Con una especialización en ética y Derechos Humanos, así como una maestría en filosofía política, su enseñanza ha trascendido los salones, fomentando el pensamiento crítico y la reflexión en sus alumnos.

Para ella, el Bolívar ha sido “un recreo para el espíritu”, un espacio donde ha podido compartir con colegas de alta calidad académica y humana, además de con estudiantes ávidos de conocimiento. Valora la autonomía que la institución otorga a sus docentes y la estructura académica sólida que ha permitido que generaciones de estudiantes salgan bien preparados. Recuerda con cariño cómo sus propios hijos, quienes estudiaban en el Colegio Jefferson, tomaron la decisión de trasladarse al Bolívar, donde florecieron académica y personalmente.

Ahora, tras más de dos décadas en el Colegio Bolívar, Beatriz se prepara para cerrar este capítulo y dedicarse al coaching personal, un área que le apasiona y en la que planea continuar su legado de acompañamiento y formación. Su despedida no es un adiós, sino una transición hacia nuevas formas de educar y transformar vidas, como lo ha hecho a lo largo de su inspiradora carrera. Más que jubilarse, ve esta nueva etapa como una oportunidad para seguir ejerciendo vocación desde otra perspectiva, ayudando a individuos y familias a enfrentar sus propios desafíos con la sabiduría que ha cultivado a lo largo de su vida.